Lecciones de humanidad de una galga abandonada
El animal cuida a sus cachorros antes de cubrir sus propias necesidades
JOSE MARIA LUQUE 21/01/2004
Cada vez son más los perros abandonados que merodean por las calles y los caminos sin ningún tipo de protección, condenados, en muchos casos, a ser objeto de tratos vejatorios, cuando no a morir de hambre en cualquier lugar apartado. Poco se sabe de ellos, a no ser que en algún momento se dejen ver por las calles para buscar en los contenedores de basura restos de alimentos para sobrevivir.
Muchos de ellos han sido adquiridos por un simple capricho pasajero y, poco más tarde, dejados a su suerte.
Entre los perros abandonados en Montilla, llama especialmente la atención una galga de origen desconocido que merodea diariamente por el entorno de la plaza de Abastos, siempre a la misma hora y en el mismo lugar. El animal ha despertado la admiración de muchas personas que frecuentan esta zona de Montilla. Apareció por primera vez hace unos tres meses. Había sido abandonada por su dueño al observar que estaba preñada. La perra tuvo seis crías que escondió en algún lugar desconocido situado en las laderas del castillo del Gran Capitán. Su aspecto era deplorable. Apenas se sostenía en pie después de amamantar a sus cachorros. Para protegerlos, los traslada frecuentemente de lugar.
Lo curioso de este animal es que cuando se le lleva comida, olvidando muchas veces su propia necesidad, lo recoge y lo traslada de inmediato al lugar en el que esconde sus cachorros. De esta manera, recorre varias veces al día un largo trecho esta madre admirable que, en ocasiones, termina exhausta.
Una mujer de 67 años, Juana Gálvez, dedica gran parte de su tiempo a cuidar a los perros vagabundos, alimentándolos y, a veces, curando sus heridas. Entre la galga y ella se ha establecido una intensa relación de cariño que se hace evidente cada día. Juana ha denunciado la situación de los perros abandonados y reivindica para ellos un trato más justo y respetuoso.
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