Encontré a GATA por casualidad pululando por internet en busca de un gato para adoptar. Esa misma tarde vi a Robin en la sección de gatas. Lo que no me pude imaginar es que esa cosita con los pelos encrespados (como tienen el pelo todos los gatitos pequeños) iba a ser el terremoto que ahora recorre mi casa y que no deja títere con cabeza.
Tiene un carácter felino sobradamente desarrollado. Es independiente, muy ágil, curiosa pero desconfiada, le encanta echarse al sol en la ventana (incluso ahora en pleno verano) y es, por encima de todo, cazadora. Da igual cual sea el objeto que tenga delante de su vista, si un ratón de peluche, una goma del pelo, un rulo o los tobillos de cualquier incauto. Ella se lanza a cazar con un salto para pillar por sorpresa. Esta cualidad tan graciosa hizo que de bebé Robin fuera una gatita comando que te atacaba allá por donde tu fueras de tal manera que por la casa íbamos saltando todos y lucíamos impactantes arañazos por todo el cuerpo. Eso se arregló con la llegada de Morgan. Desde que tuvo compañero de juegos las guerras las batallan entre los dos y los humanos disfrutamos solo de los mimos.
No ha pasado un día en el que no piense lo feliz que soy desde que mis fieras llegaron a casa. Hemos pasado disgustos (las esterilizaciones, una fractura de fémur, caídas por la ventana, enfermedades varias) pero nos hemos reído también mucho (haciendo la cama, con juguetes nuevos, probando nuevos sabores y descubriendo que el agua moja) y nos han deleitado con infinitos momentos de ternura entre ellos y hacia las personas que les cuidamos y compartimos con ellos el día a día.